Arte contemporáneo. Reflexiones de actualidad
Del arte funcional al arte contemporáneo: A finales del siglo XVIII se inicia un proceso intelectual que finaliza con la tesis de la autonomía del arte. Filósofos, como Kant y Hegel, y escritores, como Schiller y Moritz, comienzan a justificar el arte por su propio valor estético. Con ello, lo liberan de la determinación que había tenido antes, es decir, la de simple medio para lograr un fin. El arte es autónomo, libre de toda finalidad.
El arte no es ni conocimiento teórico (es decir, no se trata de una ciencia) ni su función estriba en transmitirnos una cierta moral o educación. La obra de arte es una forma estética y el artista crea con su trabajo una obra independiente que obedece a sus propia leyes, muy lejos de toda actuación subordinada a la consecución de un fin determinado. Y ahora se plantea la cuestión candente, tras extraer la obra de arte de su funcionalidad anterior, ¿qué efectos que debe provocar el arte contemporáneo?
El arte contemporáneo es un campo intelectual para una actuación fictiva, en el que uno, ya sea artista como Ramon Llinas, o simplemente aficionado o curioso, puede probar algunos de los límites de sus experiencias prácticas. Si el lector de libros de aventuras accede a meterse en acciones temerarias porque sabe perfectamente que no va a perder su vida en ellas. Lo mismo sucede con las películas televisivas, etc. Pero no en el arte contemporáneo porque crear o observar una obra de arte contemporáneo es una experiencia inmersiva en la que el artista y el observador se sumerjen y no vuelven a ser los mismos que antes de la creación.
Dicho lector o espectador televisivo sería mucho más precavido y renunciaría a afrontar aventuras peligrosas si para ampliar su cotidiano campo de acción estuviera realmente expuesto a esos peligros imaginados o incluso a la posibilidad de encontrar la muerte en ellos. Pero las películas de aventuras siguen siendo convencionales, nos entretienen dentro de categorías habituales mientras que el arte o la literatura contemporáneos, independientemente de si tratan un material cotidiano o desconocido, atacan y transforman sobre todo las perspectivas habituales de la experiencia.
El arte contemporáneo como el de Ramon Llinas intenta irradiar al espectador, despojarle del modo de ver de sus prejuicios y de su conducta habitual. Le hace no sentirse familiarizado con lo aparentemente conocido, convierte lo unívoco en equívoco, lo subconsciente en consciente, abriéndole de este modo nuevas posibilidades de experimentar que quizás sean desconcertantes o terribles, pero que también rompen con la estrechez y la rutina de las que no puede prescindir en su conducta cotidiana.
Pero solamente cuando el participante de este juego de los pensamientos, un juego imaginario y simulado, no está obligado a tener éxito – puesto que únicamente corre riesgos ficticios – abandonará la protección de sus costumbres y se lanzará a nuevas experiencias, incluso a impresiones negativas que en caso contrario, con toda certeza, evitaría. El campo de la simulación le permite incorporar conductas o ideas desconocidas en su espacio experimental, es decir, ser menos inflexible y obtuso, y también no seguir tan aferrado a ideas fijas en cuanto al trato social.
El comportamiento discrepante y trastornado, la vida atenazada mutilada y condenada al fracaso es un tema dominante en el arte contemporáneo de Ramon Llinas que siempre acompañará muy de cerca nuestra vida. Rechaza su adaptación al modo de pensar usual, muestra lo que ocultan los anuncios, la falta de fantasía y el espíritu aburguesado, pero sobre todo, y esto me parece especialmente importante, es el vehículo de la innovación. Una puerta que de repente se abre con fuerza. Una idea que nace y se hace. Imágenes de una extrema libertad colaboran a ampliar la experiencia de todos los implicados, se convierten en posibilidades de ver con nuevos ojos todo lo aparentemente conocido, incluso a sí mismo.
La propia simulación, a la que invita el arte contemporáneo de Ramon Llinas, es un fenómeno de imaginación y reflexión, un juego intelectual que anima a los participantes a pensar por sí mismos y a actuar con fantasía. La contemplación del arte contemporáneo es por ello un juego que proporciona una concienciación de la personalidad.