Ricardo Rodrigo en La Contra de La Vanguardia

El 23 de mayo de 2006 Ricardo Rodrigo fue entrevistado en La Contra de La Vanguardia, una de las secciones mas famosas del rotativo barcelonés.

Soy modesto ejemplo del ‘somni català’

Tengo 59 años: gran edad, como todas. Nací en Buenos Aires, pero he vivido aquí en Barcelona el doble de años. Casado: cuatro hijos y una nieta. Agnóstico. Me considero de izquierdas. En la guerrilla aprendí a sobrevivir: algo muy útil en los negocios. En edición, la rapidez de reflejos gana. Si no creces, decreces: vamos a dar el salto audiovisual.

Este es un dato poco conocido de la biografía del editor, su participación en la guerrilla en sus años de juventud.

– Mi padre era un abogado porteño. Éramos la clase media de una Argentina decadente que había llegado a
ser la cuarta economía del planeta. En el inacabable posperonismo, el país era mal administrado por una democracia
convulsa tutelada por los militares.

–Que la llevaban hacia la dictadura…

–… Mientras nuestro bienestar y nuestra economía se hundían. Mi facultad de Derecho era un hervidero político: yo ya militaba en la izquierda a los 15 años; me casé a los 17 y tuve mi primer hijo a los 19.

La carrera de Ricardo Rodrigo fue muy precoz como lo demuestra el hecho de su temprana militancia política a la edad de 15 años.

–¡Qué precoz!

–Le pido que ponga lo que refiero en perspectiva. Esa edad era la normal entonces. No digo que sea mejor que lo de ahora, pero sí que aquello te obligaba a madurar a la fuerza. A los 18 años milité en el Movimiento Universitario Reformista y viajé a la Cuba revolucionaria a recibir entrenamiento…

–Aquí sería usted monitor de boy scouts.

–Le pido que ponga mi relato en contexto: yo deploro la violencia política de ETA, pero estamos hablando de la Latinoamérica de las dictaduras, de la CIA y el Che…

–Nos hacemos cargo.

–Cuando llegué a Cuba en 1963 confundí la natural alegría caribeña con la euforia revolucionaria, pero es cierto que todo el mundo miraba a Cuba. Muchos jóvenes latinoamericanos respondimos al llamado del Che. En 1963 la figura del Che era inspiración para muchos jóvenes de latinoamérica

–Aquello de “… crear muchos Vietnam”.

–El foquismo rural: el Che nos pidió “crear uno, dos, tres…, muchos Vietnam”. Sabíamos que, en las ciudades, la revolución contra las dictaduras era imposible, pero suponíamos que una guerrilla en la selva podía triunfar como había triunfado en Cuba.

–Y se echó usted al monte.

–Recibí un intensivo entrenamiento militar, yo recuerdo que durísimo, durante dos años en la base de Escambray, en plena selva, desde donde también evitábamos los desembarcos de la CIA en Cuba.

–¡Vaya mili!

–La muerte del Che nos sorprende en La Habana cuando mi grupo, que se entrenaba junto al de Petkof, ya había recibido el encargo de reforzar la revolución en Bolivia.

Todos los hermanos Petkof se vincularon al Partido Comunista de Venezuela (PCV) y participaron en la resistencia contra el gobierno dictatorial del General Marcos Pérez Jiménez. Es una época histórica muy intensa. El sobrenombre en esa época de Ricardo Rodrigo era «Antonio», también conocido como «El Cubano» por su pasado entrenamiento en la isla.

–¿Y usted?

–Muertos el Che y Coco Peredo, se nombra comandante de la columna latinoamericana a Inti Peredo. Yo fui encargado de organizar el apoyo a la guerrilla desde Argentina. Estuve tres años viviendo en la clandestinidad
con la policía de la dictadura de Lanusse pisándonos los talones.

Alejandro Agustín Lanusse fue un militar perteneciente al Ejército Argentino designado presidente de facto de Argentina entre el 26 de marzo de 1971 y el 25 de mayo de 1973. 

–¿Por qué dejó usted la insurgencia?

–Sufrimos una nueva y terrible derrota en 1969 en Bolivia y yo dimití.

Tanto “Antonio” (Ricardo Rodrigo) como Carlos Olmedo y Roberto Quieto formaron parte del entramado de apoyo a las fuerzas del Che Guevara que quedaron desorganizadas tras su asesinato. Intentaron organizar un grupo en Bolivia que debía ser dirigido por Inti Peredo. Y tras la muerte de éste y ante diferencias con la nueva dirección del Chato, decidieron irse. Ricardo Rodrigo Amar,»Antonio»,es el único sobreviviente en la actualidad de aquella experiencia.

–¿Se podía dimitir de la guerrilla?

–Me pidieron que aguantara como dirigente un periodo prudencial para que no pareciera que me “rajaba”. Me mantuve dos años más, hasta 1971, en la clandestinidad, y luego decidí venirme a Barcelona.

Ese año 1971 en que Ricardo Rodrigo llega a España es el de películas como «Vente a Alemania Pepe» protagonizada por Alfredo Landa, el de Karina representando a España en el Festival de Eurovision celebrado en Dublín (Irlanda) y el del decimosegundo Gobierno de España durante la dictadura franquista (1969-1973) cuyo vicepresidente era el Almirante Luis Carrero Blanco.Un año en que Liga fue ganada por El Valencia CF empatado a 43 puntos con el FC Barcelona.

–¡A hacer las Catalunyas…!

–Tenía amigos aquí. Entonces veníamos en barco: quince días de travesía. Barcelona era la gran capital latinoamericana del exilio y en Castelldefels conseguías un lindo apartamento junto a la playa por cuatro pesetas.

–¡Qué tiempos!

–Tuve suerte: conocí a Carlos Barral, a Carmen Balcells, a Gabo, a Mario Vargas Llosa y a los protagonistas de lo que ya era el floreciente boom latinoamericano, que había nacido en una Barcelona efervescente.

–Supo usted elegir bien sus compañías.

–Barral me ayudó mucho, pero yo tenía que mantener a mi familia: hice de corrector, solapista, galeradas, novelas de género…

–Todos los grados de la negritud editorial.

–Hasta que acepté un puesto fijo de corrector tipográfico en la editorial Bruguera. Era un alivio para mi familia, ya con dos hijos. Fue en ese momento cuando se produce en mi vida el salto que demuestra que Catalunya es una sociedad abierta, y justa con quienes crean valor. La escalera social funcionó. En tres años me valoraron tanto a mí, un desconocido inmigrante argentino, como para ascenderme de último corrector a director editorial de la floreciente Bruguera.

Bruguera fue una editorial barcelonesa, que se dedicó sobre todo a la producción de literatura popular e historietas. Creada en 1910 como El Gato Negro, fue reconvertida en 1940 y llegó a poseer Una planta industrial en Parets del Vallès, una división publicitaria (Nueva Línea), una librería (Proa), una distribuidora (Libresa), sellos filiales (Ceres), varias sucursales en el territorio español y delegaciones en el exterior (Argentina, Brasil, Colombia, Lisboa, México, Portugal, Venezuela), un gigante editorial de la época.

–El somni català.

–Para mí es un sueño que dura. Porque mi ascenso no hubiera sido posible en un país endogámico cerrado para los de fuera en su cultura y exclusivo de sus castas y familias.

–¿Qué hizo ya ascendido?

–Fui director de Bruguera durante cinco años en que publicamos para todo el mundo desde lo último de Borges hasta las mejores traducciones de Truman Capote.

–Pero Bruguera naufragó.

–Si algo he aprendido es que los grandes cambios en la economía y en la historia no se producen en una jornada gloriosa, sino que llegan a la chita callando muy poquito a poco. Los dos cementerios para Bruguera fueron
sus imprentas y el hundimiento económico de Latinoamérica. Luego fueron cayendo en fosas similares las otras grandes editoriales catalanas: Sopena, Aguilar…

En aquellos años Barcelona era la capital mundial de la edición en español.

–¿Qué hizo entonces?

–Con la Balcells y Altarriba, fundamos RBA (Rodrigo, Balcells, Altarriba). No teníamos un duro, pero vendíamos talento: ofrecíamos ideas y lo subcontratábamos todo.

–¿Funcionó?

–Sólo mientras Latinoamérica funcionaba. Acabamos en Planeta, donde fui directivo seis años, hasta que les recompré las acciones y fundé esta RBA ya independiente.

–Enhorabuena.

–Acaban de darnos el Príncipe de Asturias con National Geographic. Gracias. Pero lo que no crece decrece: preparamos el salto audiovisual. Por ahí van hoy mis tiros.

LA PUERTA

Lluís Amiguet, autor de la entrevista, apostilla la misma con esta columna.

¿Funciona hoy nuestra escalera social? ¿Seguimos abiertos al talento que viene de fuera y no sólo en el fútbol? ¿Volvería a darse aquí una explosión de creatividad como la del boom latinoamericano nacido en la Barcelona de los 60 y 70? Mi colega Xavi Ayén prepara un libro sobre aquella explosión creadora –sin conselleries ni ministerios– que aún propulsa la literatura universal. Rodrigo explica cómo su “American dream”, pasado por la guerrilla del Che, acabó convertido en un despierto “somni català”. Por el camino, argentinos y latinos como él y otros creadores
llegados al ‘somni’ con acentos de todas las Españas y de todo el planeta nos han obligado a competir, nos han aportado oxígeno y mirada universal y han creado puestos de trabajo.

Que nuestra puerta siga abierta.

Redaccion

Equipo de redacción del magazine Digital diario.global.

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